Lo que mi yo de 8 años no podrÃa haber sabido es que, no importa cuánto te convenzas de que nunca serás como tu madre, una vez que tienes hijos, todas las apuestas están canceladas. Tan pronto como llegó mi hijo, me encontré diciendo o haciendo cosas que sonaban exactamente como mi madre. Por el amor de Dios, ni siquiera puedo caminar por un espejo en estos dÃas sin sorprenderme porque me parezco mucho a ella (gracias por la nariz, mamá).
Ahora que soy madre de dos adolescentes, no pasa un dÃa en que no las haga temblar también, ya que canalizo a mi propia madre vergonzosa, y sé que a ella le encantará esta lista.
1. Ella no entendió la videograbadora. No puedo iniciar sesión en mi cuenta de iCloud.
No importa cuántas veces tratamos de mostrarle, mi madre nunca podrÃa descubrir cómo grabar un programa. Ella nos preguntaba, y ponÃamos los ojos en blanco y gruñÃamos sobre cómo un mono podÃa grabar Oprah. Pero me como cada palabra de ese gruñido cuando le suplico a mi hijo que me ayude a descubrir mi cuenta de iCloud. Y mi hija pone los ojos en blanco cada vez que le pido que “grabe” algo en el DVR. Cállate. Solo quiero ver Grey’s, niño. Haz que suceda.
2. Ella contó historias embarazosas en Bunco. Tengo Facebook para presumir de mis hijos.
Nada me volvió más loco que tener a un vecino apretando mis mejillas y diciendo: “¡Tu mamá me contó que te compraste tu nuevo sostén!” o algo igualmente vergonzoso. Hoy en dÃa, mis hijos gritan: “¡No te atrevas a publicar esto en Facebook!” cuando hacen algo vergonzoso o divertido. UH Huh. Claro, niños …
3. Ella me hizo comer alimentos que odiaba.
Mi cena menos favorita cuando era niño era palitos de pescado congelado y papas fritas. Cuando mi madre me decÃa alegremente que el pescado capturado por el pescador amarillo estaba en el menú, me encogÃ. Y mientras tragaba dolorosamente cada bocado, me prometà a mà mismo que nunca forzarÃa tal horror sobre mis hijos. A juzgar por la forma en que mi hijo lloró por las habas la otra noche, creo que es seguro decir que rompà esa promesa.
4. Ella canalizó su IncreÃble Hulk interior para hacernos limpiar nuestras habitaciones.
Siempre supimos que nuestra tarde de verano de ver MTV iba a ser interrumpida cuando escucháramos el sonido de la aspiradora y oliéramos el Pine-Sol flotando en el aire. Mi mamá estarÃa en un frenesà de limpieza, y luego su camisa se abrirÃa y dejarÃa ir a Hulk, y hombre, ¿nos mudamos? Nuestras habitaciones estarÃan impecables, los platos estarÃan cargados y estarÃamos barriendo solo para mantener a raya a Hulk. Mis hijos ven a mi Hulk interior al menos una vez a la semana. OK, más como dos veces por semana.
5. Ella siempre hablaba vergonzosamente con mis citas mientras nos llevaba a lugares.
Las citas para adolescentes son bastante difÃciles, pero es aún más difÃcil cuando aún no puedes conducir. Mi madre felizmente llevó a mis citas y a mà a los bailes, y solÃa rezar porque el asiento del automóvil me tragara mientras hablaba un poco. Juré que nunca le harÃa eso a mi hijo. Pensé que me estaba yendo bien con mi hijo adolescente hasta hace poco, cuando me preguntó si podÃa sentarme en una mesa diferente cuando sacó a una joven para salir a fro-yo para que pudieran conversar en privado. Bueno, hijo, entonces estás pagando por mi helado.
6. Ella hizo despedidas desagradables en la lÃnea de viajes compartidos.
Cuando mi madre me dejó en mi escuela secundaria, me gritaba adiós, y mi mortificación fue profunda, y fue real. Agachaba la cabeza y corrÃa a la escuela para evitar tener que reconocerla. Y ahora, cuando grito, “¡Tuck and roll!” Con Katy Perry a todo volumen cuando mi estudiante de secundaria sale del auto, me doy cuenta de que mi madre se rió de todo el camino a casa, porque las despedidas desagradables son simplemente divertidas.
7. Le llevó una eternidad encontrar algo, en cualquier lugar.
Ya sea que estuviese hurgando en su bolso del tamaño de Mary Poppins para obtener su tarjeta de bonificación de comestibles, buscando en el cajón de chatarra cinta adhesiva escocesa o buscando sus llaves, a mi madre le tomó una eternidad por todo, siempre. O al menos eso es lo que pensaba mi yo de 10 años. Ahora, mientras deambulo por mi vida como madre con una mirada confusa y un perpetuo “¿dónde está mi …?” pregunta en mis labios, me doy cuenta de que los niños la llevamos al borde de la locura, porque nunca puedo encontrar mis llaves, y sé que no es mi culpa.
8. Sonaba estúpida cuando estaba realmente enojada.
Hubo momentos en que mi madre estaba tan enojada con nosotros que sonaba como si estuviera hablando en lenguas. Las declaraciones incomprensibles, los gruñidos guturales y las oraciones continuas nos habrÃan hecho reÃr, a excepción de sus ojos salvajes y su cara roja. Cuando grité, “No me mires con ese tono de voz” como una loca la semana pasada, pude ver a mi hijo tratando de contener su risa. Sin embargo, no se atrevió, porque salvaje ojos.
9. Ella escondió el buen caramelo.
Una vez, encontré un alijo de chocolate con almendras escondido en un cajón de la habitación familiar. Cuando pregunté al respecto, mi madre me lo arrebató y me gritó que me ocupara de mis propios asuntos. Recuerdo haber pensado que era terriblemente egoÃsta de su parte no compartir. ¿Ahora? Actúo como una persona salvaje cuando mis hijos se acercan a mi reserva de chocolates Dove.
10. Ella solÃa advertirme que lo entenderÃa, algún dÃa.
Cuando solÃa gritarme: “¡Algún dÃa cuando tengas hijos, lo entenderás!” con un resoplido frustrado mientras limpiaba otro desastre gigante que habÃamos hecho en la cocina, mi yo de 10 años solÃa poner los ojos en blanco. Quiero decir, ¿qué tan difÃcil podrÃa ser criar hijos? Ahora, mientras lucho todos los dÃas para ser la mejor madre que puedo ser para mis dos hijos, me doy cuenta de lo mucho que trabajó para nosotros. Entonces mamá? Algún dÃa está aquÃ. Y lo entiendo.