Durante la primera dĂ©cada de su vida, mi hija y yo estábamos cĂłmodas como dos bichos en una alfombra. Le encantaba salir conmigo, me pedĂa un Ăşltimo abrazo y beso todas las noches antes de acostarse, y entraba a mi habitaciĂłn a primera hora de la mañana. Entonces llegaron los años de la interpolaciĂłn. A menudo nos enfrentábamos a cuestiones como la hora de dormir, si una pelĂcula era apropiada para ella y cuándo y cuándo, Âżcuándo podrĂa tener una cuenta de Instagram? Recuerdo que a veces me sentĂa tan distante de ella cuando me paraba a un lado de la cerca y ella al otro.
Avancemos unos años y ahora soy la madre de una adolescente. SĂ, todavĂa tenemos nuestros momentos tensos, y a veces dĂas, pero a medida que se acerca a la edad adulta, hemos encontrado muchos puntos en comĂşn. AquĂ hay algunas maneras en que mi hija adolescente y yo nos relacionamos totalmente:
1. PMS es real.
Los cambios de humor, la hinchazĂłn, la irritabilidad, son parte de la nueva realidad de mi hija. Ahora comprende muy bien lo difĂcil que es lidiar con las solicitudes del mundo cuando sus hormonas están atornilladas y le duele el Ăştero. Mi chica y yo nos compadecemos de los brownies, sabemos cuándo mantenernos alejados el uno del otro y apreciamos pequeños actos de amabilidad, como una taza sorpresa de tĂ© a la hora de dormir o tomar un dĂa libre de la escuela.
2. El sudor apesta.
Donde una vez era solo una molestia hĂşmeda, el sudor ahora está impregnado de hormonas que te dejan con olor a sopa de pollo un dĂa y a un elefante sin lavar otro, a pesar de que te duchaste hace dos horas. SolĂa ​​volver a casa despuĂ©s de hacer ejercicio y decir “¡Mamá, apestas!” SĂ, bueno, las mujeres adultas apestan a veces. Ahora es igual de probable que huela y se declare olorosa.
3. PUEDES usar leggins negros en cualquier momento y en cualquier lugar.
Cuando era más joven, mi hija, vestida con falda y vestida, solĂa darme todo tipo de flack para caminar con mis leggins negros todo el dĂa todos los dĂas. Ahora mi adolescente tiene alrededor de ocho pares en su propia rotaciĂłn de vestimenta, lo que significa que las polainas finalmente son geniales.
4. A veces la vida exige un buen improperio anticuado.
No soy tan cuidadoso al ver mi idioma alrededor de mi hijo adolescente como lo era antes, lo que significa que a veces escucho algo. Después de 13 años de perforarla, sé que mi niña entiende que las maldiciones casuales no son comúnmente aceptadas en nuestra casa. Sin embargo, a veces una palabra de maldición es el mejor descriptor, como cuando dejas tu billetera en la tienda de comestibles (yo) o ese chico del que estás enamorado te atrapa cuando te suenas la nariz (ella).
5. Los amigos son importantes.
Mi hija solĂa quejarse del tiempo que pasaba con mis amigos: “¡Siempre sales a cenar, reservar un grupo o dar un paseo!” SĂ, lo soy, y ahora ella tambiĂ©n. En lugar de refunfuñar sobre el tiempo que paso con mis amigos, mi hija me pregunta de quĂ© hablamos y me aconseja sobre sus amistades. Estoy feliz de ayudarla a fomentar el mismo tipo de relaciones femeninas significativas y de apoyo que tengo.
6. El tiempo del baño es tiempo sagrado.
Cuando la puerta del baño estĂ© cerrada, bajo ninguna circunstancia entre, no importa cuánto tiempo estĂ© allĂ. Cuando mi hija era más joven, no entendĂa por quĂ© pasaba tanto tiempo sola en el baño. Ahora lo entiende: además de ir al baño, bañarse y cepillarse los dientes, aquĂ es donde contemplamos, nos examinamos y nos reunimos.
7. Sabemos sobre sexo.
Es posible que su adolescente no sepa sobre sexo de primera mano, pero eso no significa que no sepa cĂłmo, quĂ© y por quĂ©. Pretender que mi esposo y yo no nos entendemos es inĂştil. A veces mi hija reacciona con “¡Ew, asqueroso!” y otras veces ella solo levanta las cejas con una mirada de complicidad. Es un poco incĂłmodo, pero estoy tratando de crecer al respecto.
8. Usar tacones no es todo eso.
Cuando mi hija era una adolescente, estaba obsesionada con los tacones. Cada vez que Ăbamos de compras, se dirigĂa directamente al departamento de calzado y pedĂa probarse un par. Ahora que es una adolescente, tiene un par propio. Los usa de vez en cuando, pero se los quita rápidamente cuando llega a casa, quejándose de sus pies adoloridos. Ahora ella sabe por quĂ© estoy dispuesta a renunciar al glamour y mantenerme en mis pisos.
9. Vemos lo que comemos.
Esto no es necesariamente algo bueno. Como mujeres, estamos condicionadas a controlar nuestra alimentaciĂłn, ya sea que evitemos alimentos especĂficos, no comamos despuĂ©s de las 8 p.m., limpiemos u omita ocasionalmente las comidas. Mi niña observa todos mis movimientos en este frente y he notado algunos cambios sutiles de su parte. Estamos teniendo más conversaciones sobre la comida, cĂłmo afecta a nuestros cuerpos y las presiones culturales que enfrentan las mujeres.
10. Mamá también fue una adolescente.
Hay un momento a-ha que ocurre cuando las chicas se acercan a los 13. En lugar de “¡No sabes nada!” Estoy recibiendo más de “ÂżCĂłmo fue tu primera cita / beso / fiesta de secundaria?” Como ex adolescentes, las madres en realidad tenemos cierta influencia con nuestras hijas ahora. Estoy disfrutando mi posiciĂłn como experto experimentado, especialmente porque nos da la oportunidad de conectarnos y compartir.
Entonces, si bien criar a las adolescentes puede ser un desafĂo, saber que tenemos mucho en comĂşn hace que sea mucho más fácil.