La respuesta de una hija casi adulta a “A mi hija casi crecida, lo siento y te amo”
A mi madre, gracias y lo siento.
Es viernes por la noche y en esta rara ocasión, vas a salir por una noche con amigos. Un evento muy merecido, pasar tiempo como usted, no como madre, ni como esposa, ni como responsable ni responsable, solo como usted. El mismo que robaste el auto de tu madre para saltarte el almuerzo en la escuela secundaria con Tori. Lo mismo que tú, que corrÃa como un jefe, bailaba como una reina y las madres como un héroe.
Son las 7 p.m. y miro desde tu cama mientras te maquillas. Solo un poco, de nuevo, es solo para ti. Y toco tus joyas brillantes con el reverente asombro de un visitante del museo, huelo tu perfume como toco pétalos de rosas, con amor puro e inquebrantable. Y charlamos como amigos, riéndonos cuando el sol se pone oscuro y tus ojos bailan con el parpadeo de la posibilidad joven que no reconozco en ti. Una parte de ti que solo conozco a través de fotos e historias de la abuela, contada con tazas de té dulce de verano. En momentos como estos, me encuentro con usted a quien pareceré algún dÃa, tal vez hoy. El que conociste a papá cuando solo era Cory. Y estas piezas tuyas que solÃan ser, se hicieron añicos el dÃa que me conociste.

Lo siento. Y estoy tan jodidamente agradecido. Porque los ecos de ti me dan vida. Proporcionan a tu alma los tapices de tu pasado, el tú que dejaste por mÃ. Y mientras se fueron o cambiaron, todavÃa permanecen. Ellos viven en mi. ¿Cómo podrÃa convertirme en una persona sin ti? El tú que introduje en la maternidad. El tú que hice agotado con noches de llantos infantiles o retrasos regresa a casa. El tú en quien solo puedo esperar convertirme.
Lamento haberte hecho crecer lÃneas de preocupación y resistà tu billetera. Lamento haberte cambiado, cambiado tu historia. Y sin embargo, para todas las piezas de ustedes que pueden haber cambiado para mÃ, me encuentro en el espejo.
Gracias mamá, por mis ojos verde azulados y mi voz audaz. Puede que nunca haya conocido a la pequeña Loren que pisoteó a los vecinos, exigiendo patinar sobre hielo. Pero tengo que ser alguna versión de ella. Gracias a ti.
Nunca conoceré a Loren que recorrió Francia con mochila por el asiento de sus pantalones. Pero llego a ser la hija de ese rebelde. Llego a ser la vida que la tuya hizo posible. Lamento que mi llegada, la primera de tres, haya determinado el tipo de mamá que serÃas. No la madre que soñaste o juraste ser. Pero la mamá que te hice.
Lamento haber cambiado todos tus planes. Pero Dios, me alegro de haberlo hecho. Porque donde pensaste que cultivarÃas tomates orgánicos, creciste una risa burbujeante con conejitos en cajas de flores. Cuando pensabas que tus dÃas de descanso en la cama me habÃan impactado negativamente, en realidad me enseñaron la importancia de los dÃas lluviosos en la cama, permitiéndote dormir, respirar y recargar energÃas. Me enseñaste que algunos dÃas deben ser lentos y tontos, gastados profundamente acunados. A veces necesitamos un descanso.
Por todos los dÃas que desearÃas haber sido diferente, me alegro por cómo fueron. Porque fue allÃ, en los veranos de las cigarras y las heladas caÃdas, en las fallas, los trastes y las fallas, que me hiciste yo.
Porque cuando salgo los viernes por la noche y me miro en el espejo, me siento como la mujer que veÃa con adoración y asombro desde la cama cuando era una niña. Me siento como tú….