Quizás no lo harÃa.
Quizás no pudo.
Hay muchas opiniones contradictorias sobre este asunto, incluso ahora, pero el hecho es que no habló.
A la edad de uno, se lo consideraba completamente “normal”. A la edad de dos años, fue categorizado como “bloomer tardÃo”. Despreciaba este término. ¿Quién es el que determina a qué edad “florece” un niño? ¿Quién puede decir que no?
A las dos y media, los otros niños estaban llenos de palabras que enorgullecÃan a sus padres. Estos padres que cuentan palabras a menudo tendrÃan reuniones preestablecidas para comparar notas (y por notas, me refiero a los niños). A pesar de todo esto, un niño permanecerÃa en silencio.
“¡Diez palabras!” Word-Counter # 1 se jactarÃa. “Cinco palabras”, susurrarÃa el contador de palabras n. ° 2. Se producirÃa un silencio incómodo cuando ambos padres volvieran al patio de recreo, observando. En unos instantes, la niña de Word-Counter # 1 grita y corre hacia ella. Las diez palabras de las que su madre está tan orgullosa parecen eludirla en este momento, porque la rabieta se intensifica y corren hacia el auto mientras el estado de ánimo de la otra madre se alegra considerablemente.
Miro hacia abajo y veo al niño. Me está mirando con sus hermosos ojos marrones esperando pacientemente mi atención. Me recompensa con una sonrisa una vez que la tiene. Su mirada cambia a la bolsa que estoy sosteniendo.
“¿Estás listo para ir ahora?” Silencio. Una pequeña ceja se frunce, pero los ojos no se mueven.
“¿Tienes hambre?” Sin reacción.
“¿Quieres una bebida?” Esta es la respuesta.
Tira del costado de la bolsa y hace un pequeño sonido incoherente por lo bajo. Éxito.
Se sienta en el banco a mi lado y sorbe su jugo lentamente mientras observa a los otros niños jugar. Dos niños mayores se han establecido en un puente de metal suspendido. Ambos se suben a las rejas para dejar que una niña cruce. Ella camina lentamente hacia la mitad del puente. Los dos niños saltan y pisotean a ambos lados tan fuerte como pueden y la niña comienza a llorar. Miro hacia arriba cuando siento que el pequeño cuerpo a mi lado se pone rÃgido y escucho que la caja de jugo cae al suelo.
Se tapa las orejas con las manos y cierra los ojos. Su cara está retorcida como si el sonido le hubiera causado dolor fÃsico. Pequeños sonidos aterrorizados comienzan a llegar, pero suenan como el gemido de un bebé que no puede convertirlos en palabras. Los padres de los jóvenes tiranos siguen ignorando a sus hijos, pero se toman un tiempo de su importante conversación para mirarnos con disgusto. Sus hijos pueden ser malos, pero al menos son “normales”.
Es hora de acostarse ahora, y el niño está tranquilo una vez más. La casa está en silencio y él está pesado en mis brazos mientras lo llevo a la cama. Me mira con los ojos muy abiertos, pero no hace ningún ruido cuando lo coloco en su cama. Me siento en la cocina y el niño comienza a murmurar. Presiono el monitor para bebés contra mi oÃdo y dentro de la estática y el zumbido del monitor escucho los sonidos que anhelo. Los sonidos indiscernibles que, desde aquÃ, suenan tanto como palabras susurradas en la oscuridad. Lo hace todas las noches, pero solo cuando cree que está solo.
A la mañana siguiente me despierto con el sonido de un gruñido bajo al lado de mi cama. Asà es como me dice que me he dormido demasiado. “Ve a jugar, me levantaré pronto”, le digo, y escucho el suave golpeteo de pequeños pies que se mueven por el pasillo hacia la sala de estar seguido de un ruido sordo cuando un pequeño vagabundo golpea el piso de la sala y un tren de madera suena. por las vÃas del tren. Inmediatamente vuelvo a dormir profundamente. Desperté la segunda vez esa mañana con una pequeña mano frÃa en la mÃa. El niño agarra mi mano y tira con todas sus fuerzas.
“Solo un minuto”, murmuro mientras trato de orientarme. No hay forma de saber cuándo se despertó, ya que nunca hace un sonido. La mano deja caer la mÃa una vez que ve que de hecho me voy a unir a él hoy, y los pequeños y ruidosos pies regresan por el pasillo. Esta vez escucho un silbido de aire frÃo seguido de un crujido lento. La nevera. Me doy la vuelta y me estiro. Justo cuando estoy a punto de levantarme de la cama, escucho un fuerte golpe, un crujido. Me levanto de la cama. Sé lo que viene después y los gritos comienzan antes de que pueda llegar a los diez pasos hacia la cocina.
El niño está de pie con los brazos temblando violentamente. Sus manos y dedos todavÃa están perfectamente curvados como si no lo hubieran soltado, pero en el piso debajo de él habÃa un cartón con doce huevos rotos, que se filtraban sobre el frÃo linóleo. El niño está frenético. Está paralizado por el miedo y no puede mover su frágil cuerpecito. Sus ojos suplican perdón, y lo levanto y sostengo su pequeño cuerpo tembloroso contra mà dispuesto a cada pequeño amor, fuerza y ​​coraje que tengo en ese pequeño cuerpo, y finalmente deja de temblar.
“Está bien”, susurro suavemente. “Estás seguro.”
Los médicos siguen llegando y los terapeutas siguen llamando. Lo llevo de una habitación frÃa y estéril a la siguiente. Tienen muchos nombres para la “condición” del niño, pero solo él y yo sabemos la verdad. No hay palabras para lo que nos pasó. Hablar de su verdad serÃa nuestra ruina.