Cuando nació mi primer hijo, no podÃa respirar. Quiero decir, podÃa y lo hice, pero de repente me resultó difÃcil hacer las cosas solo por mà mismo. Con tanto asombro y amor ya en mi pecho por mi hijo, se sentÃa mal pensar en mà mismo. ¿Cómo podrÃa respirar cuando esta criatura mágica confiaba en mà para ser su todo? El nudo en mi garganta me dijo que estaba listo para renunciar a todo por ella.
Avance rápido unos 10 meses, y ni siquiera pude darle una taza para sorber. Nada de lo que hice fue lo suficientemente bueno para mi precioso bebé, el que habÃa prometido dejar de respirar. No podÃa calmarla, ayudarla, estar demasiado cerca de ella o incluso mirarla. Ella solo tenÃa ojos para mi pareja. Estábamos en el centro de lo que los amigos nos dijeron que era la “Fase de la mamá”. Pero en una casa con dos mamás, esto desafió la lógica. Yo también fui mamá, ¡maldita sea!
Esto es algo común, y en ese momento, no era la mamá correcta. Le eché la culpa al hecho de que no llevaba a dicho bebé en mi cuerpo, ni que ella fue sacada de mi útero. Y aunque era muy bueno para proporcionar botellas de la mitad de la noche, mis pechos no le sirvieron de nada. HabÃa algo primordial en su apego a mi compañero, y no iba a romper el hechizo.
Durante meses, me sentà completamente rechazado. Traté de no dejar que las rabietas de un niño pequeño definieran mi valÃa como padre. Cuando corrió gritando de mà para abrirse camino en el baño donde mi compañero intentaba defecar, traté de no tomarlo como algo personal. Cuando ella gritó “¡Mamá!” y corrà hacia mà y luego me adelanté para llegar a mi pareja, hice mi mejor esfuerzo para no sentir que me habÃan arrancado el corazón del pecho.
Y no es que mi pareja apreciara exactamente este estado preferido. Claro, la atención y el afecto de nuestro hijo fue agradable. Pero como siempre habÃamos compartido tareas relacionadas con los niños, era una bofetada para ella tener que hacer todas las cosas. A menos que quisiéramos la ira y las lágrimas de nuestro hijo, mi compañero tuvo que bañarla, mecerla y darle el tenedor de la cena. Mi compañero estaba legÃtimamente molesto y frustrado por ser siempre el padre de guardia.
Miré a mi suegro en busca de consejo. QuerÃa saber si él o mi suegra habÃan experimentado este tipo de trato preferencial por parte de mi pareja y su hermano. Él dijo que sÃ. Sus hijos lo habÃan repudiado por perÃodos de tiempo también.
“Bueno, ¿cómo lo manejaste? ¿Qué hiciste?” Le pregunté, esperando que su sabidurÃa y experiencia ayudaran.
“Jugué al tenis”, me dijo sin perder el ritmo. “¿Que se suponÃa que debÃa hacer?”
Gee, gracias papá.
Pero tenÃa razón. No habÃa nada que pudiera hacer excepto esperar. Finalmente, tan rápido como parecÃa odiarme, mi hija me volvió a querer. Era como si finalmente hubiera soltado una gran pelea que no sabÃa que habÃamos tenido. De alguna manera habÃa dicho lo correcto para ganar su perdón.
Lo mismo sucedió con nuestros gemelos unos años más tarde. Para entonces, mi hija habÃa cambiado su enfoque hacia mà y logró envolverme alrededor de su dedo meñique. Era como si ya supiera que su otra mamá iba a estar muy llena de necesidades y amor por sus hermanos gemelos. No es que mi pareja tuviera menos amor por nuestro primogénito cuando aparecieron los gemelos, pero amar al segundo y tercer bebé es diferente. Es dificil. Tu corazón se expande y deja espacio para cada niño, pero no siempre es amor a primera vista.
Llevamos a nuestros gemelos a casa desde el hospital el mismo dÃa que nos mudamos a una casa nueva. Mis senos volvieron a ser inútiles, y mi hija de tres años, la que se habÃa negado a dejarla abrazarla, ahora no me dejaba bajarla. Luché para conectarme con mis nuevos bebés, pero me preocupaba un poco menos mi capacidad de amar y ser amado por ellos. También sabÃa que eventualmente me despreciarÃan por un perÃodo de tiempo también.
Y lo hicieron. A la vuelta de su primer cumpleaños, no pude hacer nada bien por ellos o por ellos. Una vez más fui el padre no preferido, pero esta vez también fui el padre que se queda en casa.
Durante unos seis meses, mis gemelos lloraban, gritaban y se aferraban a mi pareja mientras intentaba salir de la casa para llevar a mi hija al preescolar y a ella misma al trabajo. Me hizo sentir como una mierda, pero en su mayorÃa era molesto porque era ruidoso e innecesario. Una vez que mi compañero se fue, mis gemelos se levantaron y nos fuimos a nuestro dÃa.
¿Pero sabes que? Cuando la otra mamá llegó a casa y todos los sacrificios, la diversión y el amor que brindé durante todo el dÃa fueron olvidados por mis hijos gemelos, no me importó tanto. SabÃa que eventualmente regresarÃan. No jugaba al tenis, pero con un poco de experiencia supe aprovechar mi tiempo sin tener a mis hijos unidos. Porque al igual que la primera vez, se activó un interruptor y mis gemelos de repente me mostraron que el archivo adjunto siempre estaba allÃ.
Entonces, si siente los dolores de ser desairado por su niño pequeño o abrumado por la frustración porque es el centro del universo de su niño pequeño, no tenga miedo: no está solo. Este es el comportamiento normal del niño. SÃ, es molesto, pero totalmente normal.