El otro dÃa, mientras me abrochaba el cinturón de seguridad en el estacionamiento del supermercado, noté que una familia se subÃa al automóvil estacionado en el espacio frente a mÃ. Solo tenÃan una o dos bolsas, y cuando se acercaron al auto, la mamá hizo clic en el botón para desbloquear el auto y abrir la puerta. Se subió al asiento del conductor y los dos niños adolescentes con ella entraron por la puerta abierta. Encendió el encendido cuando la puerta se cerró, y antes de que se cerrara, se retiró del espacio. En cuestión de segundos, ella estaba conduciendo y de camino a su próximo destino.
Dejé de hacer lo que estaba haciendo y la miré asombrada. Estaba mirando su espacio vacÃo mucho después de que ella se fuera. “Ella acaba de subir al auto” Pensé dentro de mÃ. “Ella ni siquiera tuvo que abrir la puerta” No le dije a nadie en particular. “Ella se fue en su auto” Murmuré con incredulidad.
Eso sÃ, tengo cuatro hijos menores de seis años. Durante los últimos seis años, subir al auto ha sido un desempeño épico. Un acto de circo. Un espectáculo de magia cuidadosamente planeado y producido. Y aquÃ, esta madre, simplemente alardeando de ello, frotándome en la cara. (En realidad no, pero sabes a lo que me refiero).
Ella no luchó contra un niño que gritaba en el auto.
Ella no se abrochó cuatro asientos con arneses de cinco puntos, y luego regresó y reprendió a los dos que sabÃan desabrocharse mientras abrochaba los otros dos.
Ella no gritó, lloró, rezó, peleó, amenazó, lloró. Oh, espera, ya dije llorar (está bien, a veces lloro dos veces).
Ella no esquivó el tráfico para devolver el enorme carrito de compras con todos los asientos adicionales, ni cargar vÃveres destrozados en el automóvil, ni tratar de replegar la visera que parece que los animales salvajes la destrozaron.
Mientras miraba su espacio vacÃo (en serio, lo miré mucho tiempo), pensé que el hecho de que subiera al auto en casa probablemente tampoco era un gran problema. Probablemente les dijo a los niños: “Vamos a la tienda”, y los niños aparecieron mágicamente en el auto, abrochados, con los zapatos puestos y sin necesidad de cambios de pañales de última hora.
Tal vez ella dijo: “Hmm … creo que conduciré a algún lado”, y luego procedió a subir a su automóvil, sin preparar botellas y ponerlas en hielo, y revisar la bolsa en busca de pares adicionales de ropa interior, pantalones cortos y pañales, y toallitas húmedas y una bolsa de galletas de animales (y luego ubicar cualquier cosa en esa lista que haya faltado).
Salió a su garaje, y no habÃa un ejército de seis años arrastrándose debajo de su auto, y no habÃa un niño de tres años trepando a la basura. No cargó bolsas de cosas en el auto, sacó un puñado de juguetes y basura del auto, y luego se sentó y se abrochó y se dio cuenta de que no tenÃa sus llaves. Cuando finalmente giró el motor, su cabello no estaba pegado a su cara sudorosa.
Probablemente no haya dicho recientemente, “Solo olvÃdalo”, y descargó el auto nuevamente mientras aún estaba en el garaje porque no valÃa la pena salir. Probablemente ha pasado mucho tiempo desde que se detuvo a donde iba, encontró a más de un niño dormido en el automóvil y siguió pasando su destino para regresar a casa.
Esto me hizo pensar en otras pesadillas que probablemente no enfrentará mientras hace recados. Cosas con las que trato a diario, tales como:
• Empujando un carro lleno de mini-cleptómanos por los pasillos que atesoran malvaviscos, Tic-Tacs, latas de relleno de tarta de arándanos y cualquier otra cosa que sus pequeñas manos calientes puedan agarrar y meter en ese sucio carro de plástico rojo frente al carro.
• Sudando profusamente en un retrete público, sosteniendo a un niño sobre el asiento contaminado mientras intenta arbitrar a tres niños que juegan un juego improvisado de guerras por el agua del baño.
• Ignorando miradas / miradas lamentables de extraños mientras mi hijo participa en un berrinche de carro de cuerpo completo porque acabamos de pasar la sección de juguetes.
• ¿Mencioné llevar a cuatro niños al baño público? Porque en serio.
Supongo que ha estado allà antes y salgo al otro lado.
Creo que un dÃa, ese conductor despreocupado seré yo.
Pero todavÃa sentÃa que me estaba burlando un poco, como si su previsión de tener una cantidad manejable de niños con un número razonable de años entre ellos la hiciera superior a mÃ. Solo puedo esperar que un dÃa, mientras administre mi banda de chicos, o cuando todos mis hijos estén peleando por quién pueda prodigarme mejor regalos (porque, sÃ, esas dos cosas van a suceder), miraré hacia atrás en este momento de la vida y sonriese.
Porque amo a mis hijos.
Pero meterlos en el auto es un horror solo superado por el terror espeluznante que es la hora del baño.
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