Cuando tenÃa 11 años, pasé la mayor parte del verano en un columpio con mis amigos. Fue a lo largo del rÃo Provo, en medio de la nada, Utah. No hay padres, solo niños. Más o menos, era una cuerda marrón ronca atada a un árbol moribundo, y pasamos horas allÃ, trabajando en volteretas, volteretas frontales y fracasos.
A veces trepamos al árbol y saltamos al rÃo desde alturas peligrosas. A veces caÃmos del árbol. A veces nos metimos en peleas. Nadie, ni una sola vez, nos dijo que tengamos cuidado. Nos metimos en problemas y descubrimos cómo salir de ellos. Esto fue a mediados de los 90, cuando los padres podÃan dejar que sus hijos se fueran y hacer algo asÃ.
Tengo un hijo de 11 años, y si él preguntara si podÃa ir a un columpio con sus amigos, honestamente me pregunto si terminarÃa haciendo noticias de tendencia dejándolo ir solo. Pero al mismo tiempo, no sé si él incluso preguntarÃa. Hace un par de años, él y yo vimos Los Goonies. Justo antes de que los jóvenes siguieran el mapa del tesoro del pirata al restaurante de verano abandonado, el lugar donde se escondÃan los delincuentes, Tristán dijo: “¿Dónde están sus padres?”
La realidad es que criar niños es muy diferente ahora: la crianza en helicóptero ya no es una opción; es obligatorio (no estoy contento con esto). Como padre que creció en un momento en que aprendà mucho al enfrentarme a situaciones peligrosas y encontrar la manera de salir de ellas, no puedo evitar preguntarme qué está haciendo esto con el desarrollo general y la capacidad de mis hijos para enfrentar las luchas futuras.
Naturalmente, hay estudios que demuestran que no permitir que sus hijos exploren y tengan aventuras como yo lo hice cuando era joven puede causar problemas de ansiedad posteriores. Por ejemplo, los investigadores del Centro de Salud Emocional de la Universidad de Macquarie, junto con socios de la Universidad de Amsterdam y la Universidad de Reading, encuestaron a 312 familias con niños en edad preescolar en los PaÃses Bajos y Australia sobre lo que la falta de riesgo les está haciendo a nuestros hijos. .
“Los resultados mostraron que los padres que … alientan[ed] sus hijos para ampliar sus lÃmites en mayor medida tenÃan niños con menos riesgo de presentar sÃntomas de trastorno de ansiedad … “
Pero, ¿cómo se ve eso exactamente? ¿Cómo empujamos a nuestros hijos a correr riesgos mientras los observamos como un halcón?
Ellen Sandseter ha estado investigando y escribiendo sobre este tema durante más de 10 años. En 2007, publicó una lista de 6 categorÃas de juego arriesgado en el European Early Childhood Education Research Journal, donde pide a los padres que hagan una cosa en particular: dejar de decir “ten cuidado”.
Y sé que estoy contigo. Digo eso todo el tiempo. Justo el otro dÃa estaba haciendo la cena con mi hijo. Estaba usando el pelador de papas y yo digo: “Ten cuidado, eso puede cortarte”. Y, naturalmente, comenzó a trabajar un poco más cautelosamente. Pero honestamente, era un pelador de papas. ¿Realmente necesitaba advertirle? El riesgo real era bastante mÃnimo.
Sandseter finalmente divide el juego en 6 categorÃas: (1) jugar con grandes alturas; (2) jugar a alta velocidad; (3) jugar con herramientas dañinas; (4) jugar cerca de elementos peligrosos; (5) Juego rudo y caÃdo; y (6) jugar donde los niños pueden desaparecer / perderse. Con cada categorÃa, ella dirige a los padres a pensar realmente en lo que estás diciendo en lugar de simplemente disparar desde la cadera con un “ten cuidado”.
Por ejemplo, la próxima vez que su hijo esté trepando a un árbol, sugiere decir algo como “¿Cuál es su próximo movimiento” o “Tómese su tiempo” o mi favorito personal, “Estoy aquà si me necesita”.
O cuando un niño está jugando con una herramienta dañina, como balancear un palo (todos hemos visto esto y nos preguntamos cuántos ojos sobrevivirÃan), diga algo como “Los palos necesitan espacio” o “Encuentra más espacio” en lugar de quitándola de ellos.
Entonces, ¿cuál es el poder en esto? Bueno, eso es todo. El poder se transfiere a su hijo. En lugar de hacer que miren a todos con los ojos saltones, temerosos de algo que no pueden prever, estas declaraciones les permiten sentirse más en control. Los alienta a detenerse, buscar un momento y planificar su próximo paso en lugar de simplemente asustarse y decir que es un dÃa. Los alienta a correr riesgos de forma segura y bien dirigida.
Y quiero decir, sinceramente, ¿no es asà la vida real? ¿No es eso lo que todos debemos estar haciendo? Tomando riesgos calculados. Al cambiar la forma en que hablamos con nuestros hijos sobre los riesgos, les estamos enseñando a confiar en sus habilidades y confiar en sà mismos en lugar de hacerlos temer. Es un regalo increÃble, y es una forma muy ingeniosa de observar a su hijo y al mismo tiempo alentarlo a dar el siguiente paso, ya sea a la próxima rama del árbol o al siguiente movimiento audaz de la vida.