Mientras crecĂa, mi padre hizo cumplir la regla de “los niños se ven y no se escuchan”. Si mis hermanos y yo vimos a nuestros padres hacer algo de manera incorrecta, ciertamente no lo mencionamos. Cada uno lo probamos cuando Ă©ramos más jĂłvenes y nunca lo volvimos a hacer. Nuestro padre se pondrĂa en nuestra cara en pĂşblico, o nos azotarĂa si estuviĂ©ramos en la privacidad de nuestra propia casa.
En ese momento, sentĂ odio por mi padre. Era tan estrictamente irrazonable y pensĂł que tenĂa razĂłn todo el tiempo. IrĂa a la casa de un amigo para pasar la noche y anhelarĂa mudarme con ellos. Se les preguntĂł quĂ© ellos QuerĂa para el desayuno. TenĂan algo que decir sobre cĂłmo su Las habitaciones fueron decoradas. Ellos eran permitido para perforarse las orejas y usar jeans. TenĂan una voz y no acababan de ser vistos. Ellos eran EscuchĂł.
Mirando hacia atrás, me doy cuenta del hecho de que mi padre provenĂa de una familia numerosa con una estricta educaciĂłn bautista del sur, y sus años en el ejĂ©rcito lo hicieron sentir destituido y sin importancia.
Ser el “hombre” de la casa y caminar diciendo cosas como “siempre tengo razĂłn” y “los hombres de verdad no lloran” lo hicieron sentir poderoso y responsable. Pero tambiĂ©n hizo que mis hermanos y yo nos redujáramos a un tamaño en el que sentimos que nuestras opiniones no eran válidas, y que se colaron en otras áreas de nuestras vidas: con socios, con trabajos, con amigos, con lĂmites.
Una vez, mi padre estaba claramente borracho cuando me recogiĂł de un baile de secundaria. No dije nada por miedo a obtener el cinturĂłn. Esa fue la noche en que supe que serĂa un tipo diferente de padre que Ă©l. QuerĂa criar niños seguros de sĂ mismos que no tengan miedo de hablar. QuerĂa que mis hijos se sintieran lo suficientemente seguros a mi alrededor para decirme si estaba equivocado, porque todos estamos equivocados, mucho, en esta vida que nos dan.
Entonces, aunque algunos pueden pensar que mi hijo me está hablando mal cuando me dice que voy por el camino equivocado a un lugar en el que he estado 100 veces (lo hago a menudo), o que realmente no deberĂa haberle dicho a su hermano, desearĂa que usara algo más que un suĂ©ter en un clima de 80 grados, no estoy de acuerdo. Para mĂ, no es hablar de nuevo. Está criando niños que no tienen miedo de defender lo que creen que es correcto, y no sienten que necesitan guardar silencio para encajar.
Me alegra que mis hijos se sientan cómodos llamándome a veces. No estoy hablando de ser pequeñas meadoras y desafiar todo lo que digo; Hay una gran diferencia entre el desacuerdo y la falta de respeto. Estoy hablando de cosas como defenderse a sà mismos, a otra persona o simplemente decirme, de manera respetuosa, cuando estoy equivocado.
Como cuando estoy de mal humor y soy bajo y discreto con ellos. No tienen miedo de recordarme cĂłmo mi comportamiento afecta a otras personas en la casa y hace que todos se sientan tensos. DespuĂ©s de todo, he pasado muchos años diciĂ©ndoles que no desquiten su ira o sus frustraciones con personas inocentes y, sin embargo, aquĂ estoy haciendo lo mismo cuando estoy teniendo un mal dĂa.
Estaba realmente orgullosa de mi hija cuando no se dio por vencida por una tarea perdida que aparecĂa en su portal de estudiantes: ya la habĂa entregado y la maestra se la habĂa perdido. Mi hija estaba condenada si iba a hacerlo como si estuviera tratando de obligarla a hacerlo.
SĂ© que si eso hubiera pasado entre mi padre y yo, me habrĂa callado y habrĂa hecho el trabajo nuevamente.
No pretendo saberlo todo, y no quiero criar niños que tengan miedo de desafiar a su obstinada madre. CrĂ©eme, necesito toda la ayuda que pueda obtener. La mayorĂa de las veces he olvidado por quĂ© entrĂ© en la cocina.
Quiero enseñarles que está bien estar equivocado y escuchar a alguien más.
Quiero enseñarles que hay una manera de desafiar a la autoridad, y que puedes expresar tu punto de una manera amable y respetuosa.
Lo que es más importante, espero que al llamarme cuando estoy equivocado, les dé la confianza que necesitan para hablar sobre problemas sociales, o que alguien los toque de una manera que los haga sentir incómodos sin dudarlo, incluso si tienen miedo.
Y te dirĂ©: la mayorĂa de las veces, mis hijos me han salvado de mĂ cuando me meto en el helado o las papas fritas, a pesar de mis problemas gastrointestinales, y no pueden parar. No tienen miedo de decirme que no quieren oĂrme quejarme, y definitivamente no van a sentir lástima por mĂ cuando estoy cagando lodo en el inodoro por comer demasiados lácteos.
Ya sea que sea algo trivial o algo importante, nuestros hijos quieren ser escuchados, y nuestro trabajo como padres es darles espacio para que tengan voz.