Durante los últimos dos años he perdido una gran cosa en mi vida: el privilegio de pasar todas las mañanas y las tardes con mis hijos.
Érase una vez, toda nuestra familia se sentaba alrededor de la mesa del comedor, llenaba cinco de las seis sillas a su alrededor, hablaba de nuestro dĂa y se frustraba el uno con el otro porque esperaba modales en la mesa donde mis hijos querĂan comer pasta con sus manos y busto culo en la mesa.
Luego limpiaba mientras mis hijos se sentaban en la isla de la cocina haciendo su tarea y veĂamos la televisiĂłn aturdidora juntos despuĂ©s de discutir si Ăbamos a ver Rueda de la fortuna o Seinfeld repeticiones.
A veces salĂamos con raquetas de nieve o paseábamos al perro.
HabĂa noches en las que me recostaba en el sofá y leĂa mientras mi ex marido sacaba a los niños a jugar al baloncesto.
Tengo que estar fĂsicamente con mis hijos todas las noches, escucharlos cepillarse los dientes y cobrar vida demasiado para mi gusto a la hora de dormir. DespuĂ©s de varias amenazas, las metĂ y las besĂ© cinco veces a pesar de que una vez me dijeron que era suficiente. Luego alcanzaba la puerta detrás de mĂ, echándoles una Ăşltima mirada por el dĂa.
Todas las mañanas estaban aquĂ. Caminaba por el pasillo y los molestaba con mi amor por las mañanas tempranas mientras los saludaba con una voz tonta, algo que solĂan amar cuando eran más jĂłvenes.
A medida que envejecen, sigo haciendo esto, pero ahora me encuentro con gruñidos y gemidos. Se molestan conmigo cuando abro las cortinas y les digo que tienen 15 minutos para sacar sus colillas de la cama y preguntarles quĂ© quieren para el desayuno. Les darĂa una pequeña “charla de mamá”, recordándoles que se aseguren de que disfruten esta mañana porque el dĂa será lo que hagan.
Pero ahora, tres noches a la semana, la casa está tranquila. Las sillas están vacĂas. La isla de la cocina no está llena de lápices, papel o computadoras portátiles. No hay un fregadero lleno de platos para lavar y no me irrito y me siento claustrofĂłbico cuando toda la familia intenta encajar en la cocina al mismo tiempo.
No hay peleas por la televisiĂłn. El baloncesto se encuentra en el garaje y hay noches en que el silencio me duele tanto los oĂdos que no puedo leer. No puedo concentrarme en nada. La soledad me consume.
Me levanto por la mañana y me dirijo directamente hacia abajo sin mirar por el pasillo porque si no miro, tal vez no sienta tanto el vacĂo detrás de las puertas.
Mi vida social se ha ocupado desde mi divorcio. Creo en vivir mi segundo capĂtulo al máximo. Me lo merezco, y mis hijos no pueden ser todo porque maldita sea, eso es mucha presiĂłn. PresiĂłn que me niego a poner sobre ellos. Entonces, me mantengo tan ocupado como puedo cuando están en la casa de su padre.
Pero cuando están conmigo, en las noches que son mĂas, rechazo todas las demás invitaciones.
SĂ, son lo suficientemente mayores como para estar solos, todos son adolescentes. Y probablemente se sentirĂan aliviados de tenerme fuera de su cara por una o dos noches.
Pero nada Es más importante que estar con ellos las noches que están bajo mi techo. Más que nunca, soy muy consciente de que nuestro tiempo juntos es finito y precioso.
Algunas personas me miran de reojo cuando les digo que no voy a un evento determinado, que no puedo asistir a la noche de chicas o que rechazo una cita. No juzgo a los padres solteros que reciben niñeras las noches que tienen a sus hijos, y me gustarĂa el mismo respeto cuando elijo quedarme con los mĂos.
“Son lo suficientemente mayores como para estar solos, Âżverdad? ÂżNo puedes dejarlos por unas horas? ” ellos dicen.
Y mi respuesta es no. No, no puedo dejar a mis hijos las noches que están conmigo porque no quiero. Amo nuestro tiempo juntos.
En poco tiempo, empacarán sus habitaciones y se irán solos.
Pero no todavĂa. Ahora, están conmigo cuatro noches a la semana y tengo la intenciĂłn de aprovecharlo al máximo. Quiero empapar todo esto mientras pueda. No puedo recuperar ese tiempo con ellos. Y honestamente, estoy sacrificando suficiente tiempo con ellos ahora para que podamos tener una dinámica familiar más saludable y no tengan que ver a sus padres discutir cada maldito dĂa. SĂ© que el divorcio era la opciĂłn correcta para nuestra familia, pero todavĂa es desgarrador tener que dividir mi tiempo con ellos ahora.
SĂ, todos necesitan tiempo para trabajar en ellos mismos, divertirse y construir una vida fuera de sus hijos. Estoy aprendiendo cĂłmo hacer eso, y definitivamente no todo es malo. Es un maravilloso ejemplo para ellos y te hace un mejor padre.
Pero, para mĂ, comprometerme cuatro noches a la semana con mis hijos es lo que necesito hacer para estar bien conmigo mismo. Entonces, no, no puedo dejarlos. No me importa la edad que tengan. No me importa si su evento es solo unas pocas horas o si suena como una explosiĂłn. Prefiero estar con mis hijos.
Y sé que las personas que deben estar en mi vida entenderán que mi tiempo con mis hijos tiene prioridad cada vez.
Además, tengo tantos años por delante para estar libre de pies y sin fantasĂas y no quiero mirar atrás y desearĂa haber pasado más tiempo con mis hijos mientras vivĂan conmigo. Entonces, en “mis dĂas”, estarĂ© donde sea que estĂ©n mis hijos, y todos los demás tendrán que adaptarse.